
Algunos lo prefieren a él… Excéntrico, artista, uranio… elige los paisajes más atractivos y desolados de la Patagonia para montar su ranchito y cocinar exquisiteces a las brasas. Hablo del ídolo del Colorado Blas, Francis Mallmann, quien no duda en correr la nieve del piso con una palita, armando una circunferencia de 2 metros de diámetro y prender unos troncos, para luego cocer allí carnes y vegetales… Todo muy rústico y apetecible… Hasta acá vamos bien, pero en el cierre del programa, un poco la caga. Si la cuestión transitara por la senda de cocinar en lugares difíciles y extraordinarios, estaría más que aceptable. Pero esto de irse, copón de vino en mano, a la parte de atrás de su 4x4 a mirar algún clásico del cine en DVD, y luego sentarse en un improvisado sofá a filosofar sobre el film, buscando paralelismos con el plato que acaba de degustar me parece como mucho… un poco volado… un poco ridículo.
Este preámbulo no sirve para otra cosa que para que quien suscribe pueda expresar su admiración por su cocinera mediática favorita. Sí, como ya les habrá indicado su imaginación (o la foto de este post), no es otra que la Señora Narda Lepes. De cejas y caderas anchas, cocina lo que le gusta y como lo que cocina.
Su ciclo de programas en los que recorre países enteros me fascina. Con gran respeto aprende el idioma de cada lugar, y nos muestra la idiosincrasia de los mismos desde su gastronomía, sus sabores y sus costumbres. Los paseos por los mercados de cada ciudad son excepcionales. Verdaderamente es mucho más que un programa de cocina.
Desde el pionero Carlos Arguiñano, hasta Martiniano Molina, pasando por Choly Berreteaga y el gallego Borja, los programas y canales de cocina nos acompañan desde ya hace varios años, conviven con nosotros y hasta tienen sus seguidores (como es mi caso). Parece que llegaron para quedarse.